El primero en aparecer fue un Alain Graillot Crozes-Hermitage 2006, esta syhra se mostró de un rojo bermellón intenso, limpio y brillante. En la nariz nos dio sensaciones de fruta negra, arándanos o moras maduras envueltas en tonos minerales, como de piedra, monte bajo. Boca amplia y carnosa pero de excelente acidez. Los olores minerales daban complejidad a la paleta aromática.
El segundo un Cote du Rhone 2008 de Chapoutier compartía zona de producción pero su elaboración y variedades eran distintas. Este mucho más frutal, menos complejo. Anunciaba un vino de carácter más joven, más jovial.
Después apareció el Flor de Pingus 2007, de la Bodega Dominio de Pingus. Rojo cereza picota intenso de capa muy alta y ribete amoratado, con aromas de fruta roja, moras y frambuesas en compota, balsámicos, mentolados, tabaco. Dejaba entrever algún interesante apunte especiado; en la boca carnoso, potente, redondo, de sensaciones golosas, como de umami. Fue el que más gustó, una bestia domada por la botella, que unos cuantos años más sin descorchar ganará.
La cata terminó con el L.A. Cetto de Baja California Nebbiolo 2005, rojo granate de capa media, destacaban aromas florales sugerentes, fruta escarchada, vainilla y canela. Boca de buena acidez con firme estructura; gustó por lo franco de sus aromas y la serenidad de su paleta.
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