Al servirla, exhibe una espuma cremosa y de color marrón pero no es excesivamente persistente. El carbónico si aparece, aunque es fino y está totalmente integrado. De tonalidad marrón castaño, tiene destellos que le confieren un alto grado de limpidez.
En la nariz hay cereal, lúpulo y grano tostado aunque de forma light porque al estar solapados unos con otros, limitan su presencia. Entre finos rastros caramelizados, hay pan dulce y frutos secos. Al probarla, el ataque es carnoso y con algo de volumen, tiene un cuerpo medio y en equilibrio aprueba por los pelos. Refresca y se disfruta fácil. Ahora, es un poco más compleja que lo que dejaba entrever antes en nariz y la mezcla de tostados, caramelo, cacao y nuez se hace más evidente.
Los lúpulos ingleses además de contrarrestar el dulzor de la malta están presentes en un sutil recuerdo astringente. Aportan la sequedad y amargor justa para que sea agradable y dejan aromas herbales y aceitados. El levísimo regusto mineral sugiere una fermentación alta y da pistas sobre la levadura empleada, pero en ningún caso estropea el conjunto.
Dicen que es una cerveza excelente para cocinar y que el gran Eric Burdon sobrevivía a base de ella y fishs and chips. Sobre lo primero, no opinaré hasta que no haga alguna prueba. Lo otro me cuesta creerlo, siempre he imaginado que a los rockeros de la garra de Eric les iban más otras sensaciones más durillas.
© Fernando Terán
Catador de cervezas
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